sábado, 15 de diciembre de 2012

Mis ojos oscuros y tu mirada fría.


No puedo olvidar nuestros besos, secos.
Nuestros labios se atraían como imanes, se quería pegar como el belcro.
Y nosotros, estúpidos o no, quién sabe, les manteníamos separados, los juntábamos con la mirada.
Si me rozabas, sentía que me moría.
Tu velocidad me volvía loca, esa sonrisa fría como hielo.
Me volvía más loca aún cuando frenábamos para mirarnos, cuando parábamos el mundo para cruzar nuestras miradas, sonreír, o mirar hacia abajo.
Nunca pensé que sucedería, que esa boca callada se haría un mar de palabras conmigo, que rápidamente sintiera esa necesidad de estar a tu lado, un buen amigo.

Yo, tostada por el sol, me paseaba con escasa ropa por la puerta de tu casa. Era todo tan seco por allí, tanto polvo, ardía el suelo, ardíamos nosotros.
Me escuchabas, te escuchaba, parecía fácil hasta que llegó el interés, la complicación la preocupación y el miedo. El miedo que me daba perder la cabeza y entregarme por completo a la situación, a ti.
Me encantan las locuras, me encanta lo imposible, las cosas difíciles, los retos.
Estábamos en terreno pantanoso, con ese secreto a voces.

Aquellos besos mojados, por las noches en el agua helada, me sabían mejor tus abrazos, tu espalda tatuada era tan cálida. Ya no te veía como los ojos azules más fríos que el hielo. Ahora eran de un tono más oscuro, y tus manos, eran suaves y fuertes...
Fuertes cuando nos daba por agarrarnos duramente, de las carnes, prietas... Porque nos podían las ganas, nos podía la ansiedad...
Nos podía la idea de no terminar la historia, y es que creo que los dos tenemos un problema con las cosas incompletas y así nos quedamos.
Yo con un pedacito de tí que se tiró varias noches paseándose por mis sueños, algo ya preocupante.
Mi subconsciente traicionero, seguía echándote de menos en las siestas y trataba de traerte, a rastras a mi lado.
Y tú, te acordarías de mí mientras limpiabas la piscina, no había ya nadie que te mirase, nadie que se paseara con esos shorts, nadie a la que se le cayesen las cosas de las manos... nadie como yo.
Luego, cuando creí que estaba decidida a tomar una decisión las dudas volvieron y después, como siempre los actos determinaron las decisiones y me marché, con el alma rota.

Pero corrí a otros brazos y me terminé de enamorar.
Pero tú, te quedaste como una historia cruzada que a veces aparece, parpadea esa luz y yo, inevitablemente me acerco a ella.
A veces me iría contigo al fin del mundo, simplemente por saber qué hubiera pasado.
Seríamos felices un tiempo y posiblemente luego, solo me apetecería darte un beso de buenas noches en la mejilla y ver esos ojos dos veces al mes.
Es mejor convencerse de que mucho mejor es así.
Porque no queremos ninguno de los dos cambiar como somos y si nuestro caminos de hubieran unido, te aseguro, que sería lo que habría ocurrido.

Dentro de un tiempo, te espero un verano para vivir otra historia que contar o que ocultar.
Es curioso, pero me apetece pasear contigo bajo la lluvia, sentarme frente a la chimenea a tu lado, tumbarme en el césped en primavera y darme un chapuzón nocturno en verano. 4 días al año, creo que podemos saldar esa deuda.
Gracias, amigo.